domingo, 1 de mayo de 2016

La hora de la verdad

Si usted quiere manifestar sinceridad, camine, pasee, andurree acompañado. Al cabo de una hora surtirán los efectos. Con su pareja, con sus hijos púberes, con su querida madre, con sus compañeros del sindicato, con sus amigos de entonces y de ahora. Como desee. Pues ese será precisamente el momento del día en que le entrarán unas irresistibles ganas de abrirse a los demás, de estrechar vínculos, de ofrecer a quien quiera escucharle lo que opina sobre el barrio y sobre el mundo; su parecer sobre las identidades nacionales o individuales; sobre lo que recuerda o le preocupa.

Lo tengo comprobado: no hay momento de mayor intimidad diaria que el que aporta el paseo compartido. No la carrera o el running, como nos gusta difundir ahora en crudo xenismo. Cuando se corre, el prolongado esfuerzo limita la conversación fluida y el candoroso arrebato. Pero con la cadencia del vivo paseo, que tonifica músculos y neuronas, apetece charlar de intimidades y relevancias. Parece que el cuerpo se ennoblece con el moderado ejercicio y abre el alma a la comunión y al consuelo.

Porque (hay que recordar los principios de realidad con ocasión o sin ella, como diría el teórico) es evidente a estas alturas (o bajuras) civilizadoras que el tálamo está sobrevalorado como íntimo y noble lugar. Es, sobre todo, el de la artera complacencia que mueve el sexo o el sueño. El "campo de plumas", que dijera el insigne don Luis de Góngora, es el lugar idóneo para las batallas de amor; pero ya sabemos por algunos poetas y otros artistas de la contradicción que los códigos de la contienda velan un honor que se achica en las distancias cortas: chantajes, traiciones, transacciones lamentables, cuerpos genuflexos, gachas cervices, barbillas altaneras, ojos lacustres... En la cama, con frecuencia, se enseñorea la microfísica del poder y la humanidad menos lograda.

Pero otro tanto sucede si hablamos de las distanciadas y aparatosas conversaciones, es decir, propiciadas mediante aparato electrónico interpuesto; tanto da que sean leídas, escuchadas o vistas. Parece que el medio casi nos empuja a la ficción o, al menos, a la mentirijilla. A diario, los hiperbólicos excesos comunicativos de las redes sociales, muy prolijos en detalles insignificantes y ocurrencias virales, nos llevan a cansinear tanto a seres queridos como a criaturas ninguneadas. Tanto da. Pareciera que, en tales circunstancias, el cuerpo nos pidiera ficción, que nos costara trabajo encarrilar la mímesis.

Por eso, encuadro y concluyo: si quieren abrirse el corazón y que se lo abran, paseen y vean.

I want to walk with you.


domingo, 14 de febrero de 2016

Recreo I



Tanta saña feroz, ¿qué herida cubre?
Seguro, cuando el sol era sustento.
Dichoso, cuando el mar nutrió el talento.
Hoy te asura la niebla en gris octubre.

Sufre la edad ligera quien descubre
que todo se resuelve en leve aliento.
Si prolonga, no más, mordisco lento,
una luz fugitiva más que lúgubre.

Tanto esfuerzo medido de caderas,
tanto sueño febril en digestión,
tanto empeño ascendido en costanera...

...para acabar nuboso y con bastón.
Esta es la cima, no arde ya más cera:
la gran belleza loa, no el rencor.

lunes, 15 de junio de 2015

El análisis sintáctico y otros rituales de tránsito


Las ceremonias y los ritos, por más rancio aroma que destilen, son necesarios para trascender el crecimiento de las criaturas que, como adultos, custodiamos. La tribu requiere rituales de tránsito para que sus miembros crezcan y aprendan a soportar la adversidad en la que vivirán. Necesitan medir sus fuerzas para enfrentar sus propios infiernos. Si prescindimos de estas solemnidades, dejaremos su devenir en manos de líderes descerebrados y desalmados. Es decir, sí o sí, precisarán ritualizar el cambio para que se note su condición adulta. De parecido modo, por ejemplo, ha sucedido con las nuevas investiduras municipales. Precisamente, porque había que reconocer la implicación de la ciudadanía y visualizar una propuesta distinta de gobierno, es por lo que se ha empezado a hacer presente un nuevo ritual: la vara laica, la camisa sin corbata y la llegada en bici. Pero con banda. Por eso, es mejor que practiquemos una organizada transformación de las formalidades para acomodarlas a estos tiempos, en lugar de descuidarlas. 

Pues bien, con motivo de la graduación de bachilleres y en mi condición de tutor, ceremonié como  creo que correspondía, es decir: compuse traje, impuse bandas (con el escudo escolar sobre el diestro pecho), aventé besos, estreché manos y loé envolturas. Todo oportunamente sincero y esperanzador, ya que nuestra juventud bien merece que celebremos formalmente sus metamorfosis y sus logros, más si cabe en vísperas de las Pruebas de Acceso a la Universidad. Pero, claro, una cosa es que la ceremonia sea necesaria y otra que se convierta en tedioso fasto de infinito discurso o impostado reconocimiento, premeritorio más que premonitorio. Hay que encomiar los pasos importantes pero quizá no necesariamente cada pisada. Esta moda de orlar la infancia (birrete, banda e incluso vara) que tanto nos enorgullece a las familias, no sé yo si pueda provocar cierta banalización litúrgica cuando crezcan. En fin, todo sea por la proyección fotográfica y textil.

En estas distracciones y otras andaba recientemente, mientras intentaba  enseñar a mis alumnas y alumnos de 1º de ESO D (ese grupo que me fatiga y me alumbra) las básicas rutinas sintácticas: que si el grupo nominal con función de sujeto; que si el grupo verbal predicado; que si la concordancia de sus núcleos; que si alguna sustitución mediante pronombre para reconocer los principales complementos del predicado... Y lo hacía con el profesional desconcierto que me produce tener a una clase callada sin saber muy bien para qué. ¿Sintaxis para alumnos con problemas de respiración intelectual? ¿En qué les va a aprovechar? ¿Matizarán su comprensión? ¿Se expresarán mejor?  Pero, de pronto, tras la corrección en la pizarra de una de las oraciones dictadas, dice el alumno que con más afán incordia en clase:

¾Anda, profesor, si he analizado una oración como mi hermano que está en 1º de bachillerato. ¿Eso quiere decir que ya soy mayor? 

Hay que ver con qué frescura mi alumno pejiguera legitimó la enseñanza sintáctica y atemperó mi desasosiego gramatical.


Para acabar, quisiera atender a la condición ritual de otro gran lastre de la profesión docente: los exámenes. Pero, en este caso, voy a apoyarme en autoridad más lograda y menos repentina. Philippe Meirieu, notable pedagogo francés, en su libro Referencias para un mundo sin referencias incluye el siguiente y clarificador texto titulado "La época de exámenes". Suelo utilizarlo  a comienzo de curso en la reunión con las familias. Dice así:

"Cada año, en el mes de junio, la escuela es presa del frenesí del periodo de evaluaciones: exámenes, pruebas, controles, consejos de clase que llegan a gran velocidad. En clase, hay la obsesión de terminar el programa. En la familia, está el miedo al fracaso y la lucha cotidiana: en casa de unos, hay que empujar a los chicos que se retrasan en ponerse a trabajar y repetir constantemente la importancia de los objetivos; en casa de otros, hay que calmar a los chicos demasiado ansiosos que comprometen su equilibrio psicológico y físico. En las librerías, empieza la carrera por conseguir el "opúsculo milagro" que dé las mejores recetas. En las farmacias, comienza la búsqueda del "elixir del éxito": vitaminado, para dar energía y calmante, para evitar la angustia. En la prensa, aparece todo un rosario de consejos e incluso parece que en algunas iglesias aumenta la efervescencia, puesto que la venta de cirios durante este periodo se incrementa en proporciones considerables.

Es así como, una vez al año, la sociedad organiza un gran tránsito colectivo para mostrar la parte seria de su sistema escolar. Para la ocasión, reinventa el rito de paso: los indios de América del Norte enviaban a los adolescentes a atravesar el desierto con un trago de agua en la boca que tenían que vomitar al llegar; en América del Sur, se trataba de caminar con los pies descalzos sobre un lecho de brasas. Por todas partes, la importancia de la preparación es un elemento decisivo del rito: hay que pasar días entrenándose, horas discutiendo sobre el "gran día" en la efervescencia colectiva y noches solitarias meditando sobre la importancia del acontecimiento.

En resumen, es mejor que nuestros hijos preparen sus exámenes en lugar de que inviertan sus energías en otros ritos de iniciación menos formadores: el carné de conducir, el primer porro, la primera noche que no duermen en casa, el primer disco que roban en unos grandes almacenes...Pero nosotros somos los que  tenemos que ayudarles a vivir este ritual escolar para que les ayude a crecer. Sin minimizar ni dramatizar. Pasar un examen siempre es una "prueba"...pero debe ser una prueba que permita medirse con uno mismo y no con los demás. Se trata de fijarse un desafío y de brindarse los medios para superarlo. Un desafío que imponga "deberes" (en todos los sentidos del término) pero que también otorgue, si lo logramos, derechos. Un desafío en el que aprendamos a proyectarnos en el futuro, a fijarnos un objetivo, a organizarnos para conseguirlo. El pedagogo Fernand Oury utilizaba, en su clase, el sistema de los cinturones de judo: cada alumno podía, cuando se sentía preparado en una u otra materia afrontar las pruebas necesarias para pasar al cinturón superior. Una bella lección de pedagogía escolar y familiar: reencontrar el sentido de la prueba como conquista de uno mismo, como medio de implicarse y no de someterse. Ayudar, en esta ocasión, a un ser a superarse estableciendo con él una alianza que, exponiéndose al riesgo de comprometerlo todo, debe tomar partido deliberado por la discreción."



martes, 19 de mayo de 2015

La belleza de la rehala

En la anterior entrada, incluí la referencia a un alumno que tronchaba la belleza, es decir, la escribía con "v". Y argüía yo el trabajo que nos quedaba por recorrer hasta que entendiera su necesidad. Pues bien, tal que ayer y a propósito de un diálogo dramatizado que tienen que elaborar en equipo el conjunto de alumnos de su grupo, el  segador de belleza se despachó con el gusto por incluir como personaje a un rehalero. Por supuesto, excepto él que ama la naturaleza y la caza, ninguno más sabía qué era un rehalero o una rehala. Incluso yo, pensaba que solo se escribía sin -h- intercalada. Pero él insistió en que esa -h- estaba presente en su memoria. Recordaba que la había visto nítidamente atravesada en la palabra. 

Hasta tal punto ha cobrado importancia el rehalero en el diálogo que ya ha elaborado con su grupo que ha quedado redondo, matizado y con un bello dolor. El conjunto de personajes tenían que encarnar los principales estilos comunicativos que suelen darse en un diálogo: inhibido, agresivo y asertivo. No han quedado mal los cazadores que lo acompañan en la conversación pero ni asomo comparativo con el rehalero que pierde accidentalmente a su mejor perro (un desgraciado y principiante disparo), ese que se jugaba la vida atravesando  zarzas. Y cómo monologa finalmente sobre el amargo azar y la necesaria resiliencia.

Aún hay mucho destrozo y mucha cacografía en su escritura pero, quizá por aquí, lo mismo va y roza la belleza. Me gustaría. Y creo que a él también.

viernes, 1 de mayo de 2015

De lecturas y viajes definitivos

Al cierre del libresco abril, necesito hablar de libros, lecturas y despedidas. Cada vez me atribula más la paradoja de las efemérides: ponen de actualidad un hecho o acontecimiento que se considera relevante a la par que lo liquidan. El 23 de abril de cada año abrimos en abanico a Cervantes (quizá menos sus letras que sus huesos), lo engalanamos, lo festejamos y al acabar el día lo cerramos. Así  permanecerá enclaustrado hasta  nuevo y airoso fasto primaveral. Mientras tanto, nuestras lustradas conciencias, individuales y colectivas, descansarán satisfechas para atender otra gloriosa conmemoración. Hay más días internacionales que ollas populares.

Por eso, en pleno puente viajero que recuerda nuestra condición laboral y aprovecha el buen tiempo, y por la atribulación que me produce el afán celebrador del que uno también forma parte, quiero atender hoy a lo pequeño, a lo laborable, a lo cotidiano y a lo turbadoramente valioso. Como decían los realistas franceses: "Le petit fait vrai."

Los libros que me importan y me impresionan (que me tocan por fuera y me trastocan por dentro) me hacen vivir más porque me hacen ser otro, porque me hacen ser más yo y, sobre todo, porque me hacen sentir mejor a quienes amo. Tengo muchas libros trenzados con  personas valiosas. Estimo a quienes leen. Estimo que nos leamos. Afortunadamente, disfruto de su compañía y de su calorcito: voraces y meticulosas lectoras; impulsivos y desarrimados lectores; escuchadores infatigables de estrambóticas historias paternas.

Pero hoy quiero hablar sobre todo, aún con el rastro en mis ojos de su mirada inteligente y huidiza, de una lectora y dos libros. Me recomendó más, pero especialmente estos dos harán que, a pesar de su viaje definitivo, ella pasee discretamente por mis más firmes adentros; al menos, mientras yo sea o recuerde haber sido un profesor letraherido.

Nunca olvides que te quiero es el primero. De Delphine Bertholon. Una novela a tres voces, entre las que destaca poderosamente la de la madre de Madison, la niña secuestrada. Las cartas que le escribe a la hija ausente son pura y trágica verdad.

Y el otro Mal de escuela de Daniel Pennac que, como buen cancre, cuenta cómo la literatura le salvó la vida. Tengo muy presentes las enseñanzas de Pennac que me alumbró mi lectora.  Siempre trato con algunos adolescentes con problemas de respiración intelectual. Tengo este curso uno que troncha la belleza: la escribe con v. Y a menudo pienso: "¡Qué largo camino nos queda por recorrer hasta que entienda su necesidad en este asqueroso mundo!"

Pues bien, aunque soy un lector a la penúltima y con la tradición francesa en estima, mi compañera lectora, que poseía una notable condición múltiple (ciencianaturalista, artista, tallerista, ...), me regaló estos valiosos fulgores para transitar por el sorprendente camino de la belleza.

Valga hoy este mi pequeño homenaje. In memoriam.


martes, 20 de enero de 2015

La activa comprensión

Partamos del siguiente texto del "goyizado" David Trueba:

 Distancia 

Ha sorprendido la reacción de los profesionales de la televisión en los instantes posteriores al desplome del jugador de fútbol Fabrice Muamba durante el partido que enfrentaba a su equipo, el Bolton, contra el Tottenham en White Heart Lane. La decisión de abrir el plano y mostrar panorámicas generales, optando por el respeto a la tragedia personal choca contra una sensibilidad ya inoculada entre nosotros, donde lo habitual es hurgar en el drama ajeno como si fuera un derecho que los espectadores se han ganado por la autoridad de asistir en directo al espectáculo. Por otro lado, esa actitud viene heredada de un periodismo triunfante que se considera al margen de cualquier norma, las mismas que exige de manera contundente a los demás actores públicos, en un ejercicio esmerado de incoherencia. Uno de los males mayores del periodismo proviene de considerarse una autoridad superior sobre la conducta social, algo así como jueces y tutores de las costumbres de toda persona en su radio de observación, pero jamás aplicar ese rigor a su acción profesional.

Por eso, que a órdenes del realizador los cámaras de la ESPN se distanciaran de lo que en ese momento estaba pasando, a algunos les sonaría más a autocensura que a respeto profesional. He ahí un buen examen personal para los espectadores. Los que sintieron que les escamoteaban un derecho, los que exigían, allí y en ese momento, presenciar la lucha por la supervivencia del deportista congoleño, atendían a un instinto. Los potentes teleobjetivos se apropiarían de los detalles más angustiosos para que pudieran repetirse una vez y otra en los noticiarios, en portales de Internet y en las redes sociales. Pasado un tiempo, desdramatizada la tragedia por la distancia, la agonía se podría utilizar en vídeos sacados de contexto y llenos de risas, como sucede siempre. Pero la cabeza del realizador funcionó a gran velocidad, con una consigna más constructiva. Mantener una mirada respetuosa e informativa, pero no carroñera. Parece fácil, pero estén seguros de que por la mente de los responsables de transmitir ese momento también cruzaron las tentaciones, el morbo y la obtusa idea del éxito popular. Si la actitud llamó la atención es porque desde hace tiempo nuestros ojos están en otras manos. 
David Trueba, El País, 18 de marzo de 2012



A continuación plantearemos dos formas distintas de responder a la organización de ideas del mismo, conforme a lo que se solicita en la 1ª pregunta de Comentario de Texto y Lengua Castellana y Literatura en las Pruebas de Acceso a la Universidad en Andalucía.

RESPUESTA A:

Este texto consta de dos partes:
  • En el primer párrafo el autor nos describe qué sucedió en un partido de fútbol en el cual un jugador se desplomó y la rápida actuación de las cámaras debido a la decisión tomada por el realizador de no mostrar imágenes dramáticas. 
  • En el segundo párrafo, nos da argumentos de por qué no mostraba estas imágenes y todas las consecuencias que conllevaría mostrarlas. Además, nos describe la posición que mantendrían algunos telespectadores de querer ver la supervivencia del deportista. 

RESPUESTA B:

·         Enumeración de ideas:


ü  Sorprende la decisión de mostrar el derrumbe de un jugador de fútbol en el campo mediante planos generales.
ü  Las imágenes panorámicas muestran un respeto por las tragedias personales.
ü  Las imágenes en detalle, ralentizadas y repetidas de una tragedia alimentan el morbo de los espectadores.
ü  Es habitual el deseo instintivo de los espectadores de hurgar en las tragedias ajenas.
ü  El periodismo triunfante se considera una autoridad moral sobre la conducta social.
ü  Ese periodismo triunfante se considera al margen de cualquier norma.
ü  Determinados espectadores pueden entender la distancia y el respeto informativo como autocensura de los medios.
ü  No es habitual mantener una mirada respetuosa e informativa sobre las tragedias.


·Organización de las ideas:



  Los medios de comunicación suelen alimentar el morbo sobre las noticias trágicas.
         
Ya que

Utilizan imágenes en detalle, ralentizadas y repetidas.

Pues
 
Se consideran al margen de cualquier norma

Por eso

Es habitual el deseo instintivo de los espectadores de hurgar en las tragedias ajenas.

Sin embargo

Hay ocasiones en que se mantiene una distancia respetuosa e informativa.

Aunque

Determinados espectadores puedan interpretarla como autocensura de los medios.

  • Tipo de estructura: inductiva ya que se inicia la columna periodística con la respetuosa retransmisión del desplome de Fabrice Muamba y se concluye con la tesis de que la mayoría de los medios alimentan nuestro morbo.

lunes, 17 de noviembre de 2014

Motivos para comentar


A poco que convengáis con Savater, puestos a asumir la sombra, es mejor vivir estos tiempos "asombrado" que "sombrío". Es decir, hay que enfrentar este presente difícil y desagradable que nos desanima con la pasión que la ocasión exige. Porque desde el pozo se ven mejor las estrellas. Tanto más si uno está recién caído de cabeza.

Pues bien, ¿qué tal si combatimos la corrupción con corrección? La ortográfica, si puede ser. Y la expresiva, que suele proceder de un buen discurrimiento que deriva de las rebeldes lecturas de la realidad. Porque, quizá ahora, nuestro mayor acto de rebeldía contra viajes senatoriales y atrocidades contables sea la voz sonora de nuestras verdades. Con comentarios a veces irónicos, a veces profundos, a veces líricos. Es tiempo de que (al contrario del cantar machadiano) de cada diez cabezas, nuestras nueve piensen para que la del poder ya no embista.